América Latina posee estructuras educativas robustas y diversas, sin embargo, el desafío fundamental no radica en los sistemas educativos per se, sino en la comprensión cultural sobre cómo la educación debe ser conceptualizada, administrada y aplicada para generar auténtico desarrollo. La región cuenta con instituciones centenarias y modelos pedagógicos propios, pero persiste una brecha entre el potencial transformador de la educación y su implementación práctica. Conversamos con Néstor Vílchez, experto en educación internacional, quien nos ofrece una mirada crítica sobre cómo la interpretación cultural de la educación impacta el desarrollo latinoamericano, más allá de las estructuras formales existentes.

1. La región latinoamericana cuenta con diversas tradiciones educativas y sistemas formales consolidados. Sin embargo, ¿considera que el verdadero desafío radica en nuestra comprensión cultural de la educación? ¿Cómo podríamos transformar esta concepción para que la educación sea verdaderamente un motor de desarrollo integral?

Realmente es necesario observar lo que ha ocurrido con la educación en Latinoamérica más allá de lo que puede notarse a través del llamado logro educativo. La manera en la que pudiera explicarse la desconexión que existe entre este logro y el desarrollo social en Latinoamérica tiene que ver con la cultura. Se nos ha enseñado que estudiar nos aleja de la pobreza, y eso ha resultado ser una verdad a medias. Lo que ha ocurrido es que la imposición del logro educativo sobre la aplicación real del conocimiento para el desarrollo ha sustituido el verdadero propósito de la educación. La educación no ha sido administrada de forma en la que se pueda contar con avances significativos en términos de soluciones reales a los problemas sociales, y en cambio, se ha diseminado una idea en la que las razones del subdesarrollo latinoamericano tienen que ver con aspectos políticos, de lucha de clases, y sobre todo externos. Una parte de la verdad es que la educación puede servir como antídoto a la pobreza. La otra parte de la verdad es que, si la educación no es aplicada para generar bienestar colectivo más allá del beneficio individual, que en la práctica representa la obtención de dinero, todo se explica en lo que podemos ver hoy en día en cada uno de los países latinoamericanos. 

2. Usted plantea que no es la falta de sistemas educativos, sino la interpretación mercantilista de la educación lo que ha limitado su potencial transformador. ¿Cómo observa esta transición cultural donde la educación pasó de ser concebida como herramienta de desarrollo integral a convertirse principalmente en un medio para la obtención de beneficios económicos individuales?

Hoy contamos con evidencia suficiente para afirmar que la educación en Latinoamérica no ha sido entendida desde su verdadero propósito. Contamos con universidades mucho antes que los Estados Unidos, sin embargo, nuestra producción intelectual ha quedado en letra muerta. Millones de trabajos de investigación, esfuerzos educativos a gran escala, pero su impacto en la construcción social de nuestras realidades dista mucho de lo que puede verse en otros países, especialmente en los Estados Unidos. El tema central está en entender de que no se trata de restarle mérito a lo que la educación ha logrado en Latinoamérica, sino de abrir un espacio de discusión nuevo en donde se observen aspectos culturales que han sido desplazados por las ideas enfocadas a suplir necesidades en medio de la urgencia sin dedicar especial atención a entender por qué esas necesidades existen en primer lugar. No se puede aspirar al desarrollo sin entender que cada práctica desde lo individual genera un resultado social. Si lo que se enseña culturalmente es ir tras el dinero como efecto del logro individual, las contribuciones que la educación puede generar a través de su aplicación para crear valor real se reducen sustancialmente, quedando al final la educación como un medio para satisfacer aspiraciones individuales. Esto no se trata de un tema político. Es simplemente un efecto que se da como resultado de un entendimiento cultural sesgado en donde el desarrollo se observa distante y se ha atribuido a razones externas, digo, fuera de cada individuo, sin considerar la práctica individual como material esencial para generar desarrollo. Esta práctica individual puede transformarse a través de un entendimiento cultural diferente. 

3. Las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial están presentes en nuestras aulas, pero su mera existencia no garantiza una transformación educativa significativa. ¿Cómo debería evolucionar nuestra comprensión cultural de estas herramientas para que realmente potencien el desarrollo educativo en América Latina, más allá de la simple actualización tecnológica?

Es importante entender primero el significado de la tecnología en sí, para luego concentrarse en su uso. Una tecnología representa la aplicación del conocimiento científico para resolver problemas cotidianos. En este sentido, cualquier artefacto inventado, tangible o no, representa una tecnología. Ahora bien, históricamente los seres humanos hemos desarrollado tecnologías para resolver nuestros problemas y nos hemos adaptado a ellas como parte natural de nuestra evolución. Así que lo que estamos viendo no es nada diferente a lo que ya hemos visto, adaptado, y superado en el pasado. No obstante, cuando se trata de tecnologías que compiten con nuestra capacidad de razonamiento, se encienden las alarmas. Creo que esto es lo que puede estar ocurriendo en la actualidad. Las nuevas tecnologías de comunicación e información, la computación avanzada y, la inteligencia artificial en todas sus formas, deben representar más bien la oportunidad de potenciar nuestras capacidades de razonamiento y producción intelectual. Su inclusión en la educación no es solo inminente, sino necesaria. Con ella vienen la creación de nuevos puestos de trabajo e incluso profesiones. Como dije, no es nada nuevo. Lo relevante es observar cómo cada tecnología rinde frutos a partir de quién la usa. Entonces, se espera que el material intelectual desarrollado a través de la educación prepare cada vez más a sus usuarios, y a su vez estos, puedan potenciar sus producciones intelectuales. No hay que engañarse. Cada resultado depende de cuánto capital intelectual se invierta en el uso de cada una de estas nuevas tecnologías. Siempre en la etapa de adaptación, como en la que nos encontramos, muchos parecen ser expertos en muchas áreas de la noche a la mañana. Eso tiende siempre a normalizarse a medida que las nuevas tecnologías se diseminen y se hagan del dominio público como cosa común para cada época. 

4. Históricamente, las relaciones entre Estados Unidos y América Latina han influido en nuestros paradigmas educativos. Más allá de programas de cooperación o transferencia de modelos, ¿cómo debería replantearse culturalmente esta relación para que contribuya genuinamente al desarrollo latinoamericano a través de la educación?

Este tema presenta dos caras. La primera es cómo debemos replantear nuestro concepto cultural sobre los Estados Unidos. En la práctica, los Estados Unidos es el país que más ha contribuido al desarrollo del mundo moderno. Siendo un país joven, desde su fundación ha promovido valores que se han traducido en una práctica individual que apunta a la búsqueda del bien colectivo por encima del personal. Esto ha logrado que la educación haya sido aplicada al desarrollo y no únicamente a generar un beneficio individual. Lo que se cree sobre los Estados Unidos fuera de sus fronteras se puede rebatir muy fácilmente mostrando sus resultados. Un ejemplo, Estados Unidos posee la mayor cantidad de patentes que funcionan, es decir, no se trata de cantidad de patentes, sino de las que verdaderamente han brindado los privilegios que el resto de los países del mundo moderno disfrutan. Esto no deriva directamente de la política como se nos ha hecho creer. En cambio, procede de millones de investigadores, profesores, inventores, estudiosos, que han hecho vida en las universidades, institutos de investigación, e incluso compañías de los Estados Unidos, quienes a través de la investigación y el desarrollo han podido brindar tales contribuciones. La segunda cara puede verse representada en nuestra actitud ante tal realidad en función a nuestras carencias. Latinoamérica no carece de conocimiento, no se trata de falta de educación. Más bien se trata de cómo podemos aplicar el conocimiento, para que, a través de la investigación y el desarrollo, cada país pueda crear valor a través del conocimiento científico. Mi pregunta es si hoy en día seguiremos mostrando ser sociedades de complejos o intentaremos perseguir la fórmula que lleva al verdadero desarrollo. En síntesis, no es la educación, no es la capacidad de manufactura, no es la política. Se trata simplemente de cómo a través de nuestra cultura hemos entendido la educación de manera diferente. Los Estados Unidos, repito, su pueblo, tiene mucho más que enseñarnos desde sus resultados que desde un curso en alguna de sus universidades. Es cultura. 

Néstor Vílchez es un destacado experto en educación internacional con vasta experiencia en el análisis de paradigmas educativos y su impacto en el desarrollo social. Posee un Máster en Educación por la Southeastern Oklahoma State University, un Máster en Estudios Bíblicos por el South Florida Bible College and Theological Seminary, Máster en Estudios Legales por Trinity Law School, y es candidato a un PhD en Desarrollo Internacional en la University of Southern Mississippi. Desde Miami, FL dirige Vilsa Services, Corp., una consultora internacional de desarrollo profesional y educativo. Es conferencista internacional y lleva sus modelos selectivos basados en entendimiento cultural con los que intenta explicar su visión acerca de la educación para el desarrollo. Sus reflexiones aportan una perspectiva esencial sobre la dimensión cultural de la educación como catalizador del desarrollo latinoamericano.